Hablar de Jenny Marcela Arias es hablar de esfuerzo, tenacidad y superación; pero también es hablar de golpes, de duras caídas y adversidades. Sus vivencias dentro y fuera del ring hacen que su vida sea la metáfora perfecta que cualquier guionista quisiera plasmar en un guion.
Aunque esta boxeadora risaraldense lleva tres lustros propinándole fuertes golpes a sus rivales, también ha recibido violentos impactos, incluso, desde mucho antes de ingresar al mundo del pugilismo. La violencia, las drogas y la falta de oportunidades se cuentan en la lista de los más duros adversarios a los que venció… y por nocaut.
Para todos, su historia comienza cuando se hace visible a través de la práctica del boxeo, pero su verdadera historia se remonta dos décadas atrás cuando aún vivía en Guática, su pueblo natal.
Desplazada por la violencia
“A nosotros nos tocó dejar el pueblo en plena madrugada”, cuenta Jenny en un tono anecdótico. No obstante, su relato está lejos de ser una anécdota. Una amenaza de la guerrilla hizo que tanto ella como su familia salieran huyendo del corregimiento de Santa Ana, una noche cualquiera.
“Mi mamá le cocinaba a los policías del pueblo y Róbinson, uno de mis hermanos mayores, se fue a prestar el servicio militar. Por esa misma fecha mi hermano mayor, José, se desapareció y luego recibimos una amenaza de la guerrilla, por lo cual tuvimos que huir del pueblo”, agregó Jenny Marcela.
Fue así como llegó a Pereira en el año 2001 en condición de desplazada por la violencia. Sin embargo, su presencia en la capital risaraldense no solucionó del todo sus problemas. Los primeros años no fueron fáciles ya que, además de lidiar con las dificultades propias de la ciudad, tuvo que dar una de las más duras peleas, dejar el consumo de drogas.
Un golpe concreto a las drogas
“Yo tenía un conflicto con las drogas, yo era drogadicta”, confiesa la boxeadora de 29 años, quien además reconoce que gracias a su familia y al deporte superó ese difícil pasaje de su vida. “Mis padres nunca me dieron la espalda, siempre me apoyaron, nunca me dijeron ‘váyase de la casa’; aunque yo les robara, hiciera lo que les hiciera, fuera grosera con ellos o no, nunca me dieron la espalda, al contrario, siempre recibí el apoyo de ellos”.
Cuenta Jenny Marcela que fueron muchas las oraciones de su madre para que ella se alejara de ese mundo hostil en el que vivía y que gracias a esas oraciones, en el 2004 “llegó a nuestras vidas un ‘angelito’ que es mi entrenador Jud Franklyn Granada”.
¨Tengo mucho que agradecerle a mi entrenador porque gracias a él yo hoy me preparo para competir y no estoy ahí sentada con una pipa o una aguja”Jenny Arias.
Así fue como Granada, el exitoso entrenador de la Liga Risaraldense de Boxeo, apareció en su camino luego de que Maribel, su hermana mayor, le insistiera en que ella debía incursionar en la práctica de algún deporte. “Ella me motivó mucho para que yo ingresara al boxeo, ella y Jud me ayudaron a salir de las drogas… tengo mucho que agradecerle a mi entrenador porque gracias a él yo hoy me preparo para competir y no estoy ahí sentada con una pipa o una aguja”, lo dice con un matiz en su voz que denota gratitud.
Si bien la razón principal por la que llegó al mundo del deporte fue su intención de alejarse de las drogas, Jenny confiesa entre risas que también la impulsó el hecho de que quería bajar de peso porque era muy ‘gordita’.
Además, el bajo costo, casi que simbólico, que debía pagar en el gimnasio de boxeo, hizo que se inclinara por el deporte de las narices chatas. “Allí fue la única parte donde me cobraban 500 pesos mensuales. Cuando yo ingresé Jud Franklin me dijo que debía pagar 500 pesos para el aseo del escenario”. Aunque acepta que pasaron los años y nunca los pagó -risas-.
Y como si a esta historia le faltara un aditamento más, la vida siguió moviendo sus fichas y con el tiempo unió en matrimonio a Jud Franklin y Maribel (entrenador y hermana), quienes le dieron a Jenny Marcela una hermosa sobrina (Valentina), que junto a su hijo Camilo, son los dos motores en su vida.
Los Olímpicos, su máximo sueño
Sin lugar a dudas, Jenny Marcela Arias Castañeda ganó, y por nocaut, el combate más importante de su vida. Ahora sólo le resta seguir preparándose para lograr su máximo sueño deportivo: colgarse la presea dorada en unos Juegos Olímpicos.
En ese sentido, la pugilista es la deportista risaraldense que más cerca está de asegurarse un cupo en los Olímpicos de Tokio. Al momento de la pandemia, Jenny pasaba por su mejor momento deportivo y se preparaba para el preolímpico clasificatorio que se iba a realizar en Argentina el 16 de marzo.
Mientras llega el momento de afrontar dicho clasificatorio (probablemente en febrero próximo), se entrena lo mejor que puede en medio de las dificultades de hacerlo en su casa y siguiendo el plan riguroso de Jud Franklin Granada.
Jenny es un fiel ejemplo de cómo el deporte juega un rol fundamental en la sociedad. Ella, aún sin subir al escalón más alto del podio olímpico, ya tiene colgada la medalla más preciada: la del esfuerzo, la tenacidad y la superación, aspectos que la hacen toda una campeona de la vida.